jueves, 17 de septiembre de 2009

Los Primeros Judíos Mesiánicos de Tierra

Muchos piensan que el Judaísmo Mesiánico es una denominación creada recientemente. Pocos saben que después de Yeshúa, sus discípulos fueron los primeros judíos mesiánicos, es decir, aquellos que creyeron en Yeshúa como el Hijo de Di-s, el Redentor de la humanidad en su primera venida a la tierra.

En el tiempo de Yeshúa no había ninguna religión cristiana. Había solamente en Israel la religión judía, en especial el partido de los fariseos, que fueron responsables de gran parte de la restauración del judaísmo bíblico, abriendo escuelas, formando líderes y enseñando al pueblo los principios de la Torá (Pentateuco) y las Haftarot (los libros de los profetas). Esto aconteció después del año 132 a.C., cuando los judíos liderados por Judas el Macabeo, reconquistaron el Templo durante el dominio persa y griego en aquella región del Oriente Medio. Los romanos solo llegaron a dominar esa región después del año 63 a.C. En verdad, la restauración de los estudios de la Torá, la forma de culto en las sinagogas, la celebración de las fiestas bíblicas y casi toda la liturgia que se tiene hasta los días de hoy en la comunidad judaica, vinieron de Esdras y Nehemías, quienes no solo reconstruyeron los muros de la ciudad, el Templo de Jerusalén, sino también los servicios litúrgicos.

En esa época, el pueblo hebreo había perdido gran parte de sus costumbres y tradiciones al vivir 70 años en el exilio en Babilonia. En verdad, tal proceso de distanciamiento de su llamado irrevocable como pueblo escogido tuvo su inicio cuando el Reino de Israel fue destruido por los Asirios y las 10 tribus fueron exiliadas alrededor del año 720 a.C.

La importancia del fariseísmo se dio a través de grandes rabinos como Hilel, abuelo del rabino Gamaliel, con quien el apóstol Pablo (Hch. 22:3) estudió. Ellos y otros famosos rabinos pertenecían a la escuela farisaica de aquel tiempo. El propio Jesús, no era de la línea de los saduceos (los nobles del Sanedrín) ni tampoco esenio como mucha gente piensa. Él era de un humilde origen farisaico y, por eso, tenía tanta autoridad para con los líderes de los fariseos. Yeshúa conocía a fondo los fundamentos del pensamiento de la escuela farisaica, pues fue educado en ella. El fariseísmo era una religión de clase popular. Ellos creían, por ejemplo, en la resurrección del alma, en la ley oral, en los ángeles y los demonios y, tales doctrinas, los separaban de los saduceos que no creían ni seguían esa línea de pensamiento.

Como vemos en el capítulo 3 de Juan, Nicodemo era un líder fariseo quien reconoció a Yeshúa como otro fariseo, llamándolo maestro, es decir, Rabino. Tal hecho jamás hubiera podido acontecer entre un fariseo y un saduceo. Pero, Yeshúa criticaba vehementemente el fanatismo y los desvíos de algunos líderes religiosos del fariseísmo. Sin embargo, él no iba en contra de aquel fariseo que andaba sobre la luz y la obediencia de la Torá.

Yeshúa explicaba la Torá al pueblo a través de parábolas y cuentos, de una manera simple y directa. Si los fariseos no hubiesen restaurado los principios bíblicos del judaísmo, el pueblo no estaría apto para entender el mensaje de Yeshúa y más tarde de sus apóstoles y discípulos. Esta fue, sin duda, una grande contribución de los fariseos.

¿Entonces, a qué conclusión queremos llegar? Yeshúa no tuvo la intención de crear una nueva religión. Él vivió como judío celoso de la ley, dando buen testimonio de las buenas obras y de las bendiciones provenientes de la obediencia a la Palabra de Di-s. Después de su muerte y resurrección, sus discípulos continuaron su ministerio, principalmente predicando en las sinagogas. Yeshúa también predicaba en las sinagogas (Lc. 4: 16, por Ej.). Pablo hacía lo mismo tanto en Israel como fuera de él. Siempre que llegaba a una ciudad, él llegaba a enseñar en una sinagoga. Vemos esto, por ejemplo, en Hechos 13: 14, cuando él llegó a Antioquía de Pisidia y pasó a enseñar la Torá y la Haftará para aquellos que estaban allí presentes. Evidentemente, entre ellos había judíos y gentiles que seguían el judaísmo. No había separación entre ellos. Es decir, algunos creían que Yeshúa vino y murió como Mesías de Israel, otros no. Pero, todos eran judíos celosos de acuerdo a las enseñanzas de la Palabra de Di-s. Encontramos otros ejemplos más, como aquel registrado en Hechos 18: 4, donde Pablo llegando a la Sinagoga de Corinto discutía todos los sábados y persuadía a judíos y a griegos. Esto muestra que había gentiles también en medio de ellos, siendo que unos eran creyentes en Yeshúa y otros no.

Los creyentes en Yeshúa, judíos y griegos eran llamados de “los nazarenos” o también de “Netivyah” en hebreo, que significa “los del camino” (Hch. 9: 2). Estos eran los mesiánicos de la época del primer y segundo siglo, pues creían en el Mesías Yeshúa. La palabra Mesías, Mashiaj, en español significa “ungido”. Cuando comenzaron a traducir las buenas nuevas de Yeshúa a la lengua griega (con la finalidad de que este mensaje llegase a las naciones), el término Mashiaj fue traducido para “Christós", que quiere decir lo mismo que “Mashiaj”, es decir, el ungido (de Di-s). De allí, entonces, los términos, mesiánico y cristiano. Pero, no había una religión cristiana o denominación cristiana (solamente los de Antioquía los discípulos fueron llamados en lengua griega por primera vez de cristianos – Hch. 11: 26).

Por vuelta del año 132 d.C. hubo en Israel una revolución comandada por Bar Kojba. Tal judío era religioso y quería un Israel libre del dominio romano. Tito ya había destruido e incendiado Jerusalén y el Templo en el año 70 d.C. Después, en la época de la revolución de Bar Kojba, el emperador Adriano cambió el nombre de Israel para Philistina o Palestina, como si fuese la tierra de los filisteos y su capital, Jerusalén (Yerushalaim, Ciudad de Di-s de Paz) para el nombre Aelia Capitolina (Capital del Sol), en homenaje al dios sol, adorado también por los romanos.

Un hecho grave aconteció en esa época. El Rabino Akiva declaró a Bar Kojba como si fuese el Mesías esperado por Israel. Tal hecho fue de gran conflicto entre los creyentes mesiánicos y los no mesiánicos, pues ambos frecuentaban las mismas sinagogas tanto dentro y fuera de Israel. En tal conflicto habían muchas razones, pues los judíos y gentiles creyentes no podían aceptar a Bar Kojba como Mesías verdadero, según la Palabra de Di-s. Era muy sabido que él no podría ser el Mesías, pues no cumplió con las profecías: él no nació en Belén, no era descendiente de la casa de David y de la tribu de Judá, no fue criado en Nazareth, no nació de una virgen, no fue traicionado y vendido por 30 monedad de plata, no murió en un madero y tampoco resucitó. Tomando solamente estos ejemplos de algunas de las decenas de profecías sobre el Mesías, concluimos finalmente que Bar Kojba, en hipótesis ninguna, podría ser el Mesías de Israel. Así los judíos mesiánicos comenzaron a dejar las sinagogas, pues muchos líderes de las mismas creían en la falsa declaración del Rabino Akiva. Después de esta época, los creyentes mesiánicos o cristianos pasaron a ser perseguidos cruelmente por el régimen de Roma. Era el tiempo en que ellos pasaron a reunirse en las catacumbas y otros escondites. Hasta que la madre del emperador Constantino se convirtió al mesianismo o cristianismo e influenciado por ella, Constantino no solo deja de perseguir a los cristianos, sino que declara ahora el cristianismo (ya sin la presencia de los judíos) como una religión oficial de todo el imperio romano, siendo controlada por Roma a través de sus directos obispos asesores. De allí, entonces, tuvimos el inicio del cristianismo romano, ya conforme a los primeros Concilios (como el de Nicea en el 323 d.C.) que daba una nueva estructura al cristianismo, sin embargo eliminando a los judíos paulatinamente de esa fe, iniciando así un proceso radical de separación de la Iglesia de sus raíces judías. Mas tarde, esta religión cristiana ya separada de Israel y de sus tradiciones, costumbres y principios bíblicos judaicos, vino a denominarse como Catolicismo Romano. No fue sino hasta la mitad del siglo XVI cuando Martín Lutero se desliga del mando de Roma, rompiendo con varias de las tradiciones y doctrinas, dando así inicio a la ramificación protestante. Desde ese momento hasta hoy, tenemos una gran cantidad de ramificaciones y denominaciones evangélicas que ya suman más de 4500 solamente en Brasil.

Si por un lado, la Iglesia salió de Roma y tomó nuevos rumbos, por otro lado se olvidó de volver a sus orígenes. Preguntémonos ahora, ¿No sería tiempo de que la Iglesia cristiana regrese a sus raíces bíblicas y judaicas, proclamadas y vividas por Yeshúa y sus discípulos en el primer siglo?

Esto es lo que propone el movimiento judío mesiánico, quienes agregando a los judíos que creen en Jesús, Yeshúa el Mesías de Israel, los cuales continúan viviendo como judíos, como un pueblo, los cuales pertenecen a una nación y poseyendo una tierra, la tierra Santa de Israel.

El Judaísmo Mesiánico intenta entonces, reparar un terrible error del cristianismo histórico, cuando no solo excluyó a los judíos creyentes de su medio, sino también los obligaba a abandonar su identidad judía para convertirse en un cristiano gentil. Tal injusticia perdura hasta hoy en nuestros días.

Por la Historia de la Iglesia Cristiana vemos cuantas atrocidades ella permitió que fuesen cometidas contra el pueblo judío. Basta recordar los enunciados de algunos concilios, de las cruzadas en la Edad Media, de la Inquisición española y portuguesa y hasta el mismo holocausto, cuando la Iglesia calló fríamente frente a tal genocidio.

Ahora, cuando nosotros como parte del movimiento judío-mesiánico, deseamos reconectar a la Iglesia con sus raíces, con su origen, en los moldes de la Iglesia del primer siglo conforme a lo vivido por Yeshúa y sus discípulos, parte del medio cristiano y también del medio judío no es capaz de entender el propósito divino, que Israel esta siendo proféticamente restaurado, física y espiritualmente. Yeshúa derribó este muro de separación entre los judíos y los gentiles creyentes, que ahora pueden ser considerados la familia de Di-s. La Iglesia puede ser reconectada a Israel y tener sus raíces restauradas respetando que los judíos tengan la libertad de aceptar a Yeshúa como su Mesías y continuar viviendo como judíos, sin la necesidad de ser asimilados al cristianismo gentil. De la misma forma, los judíos precisan colaborar para que esta unión sea pacífica y libre, no viendo más a los cristianos como sus enemigos de la fe, pero sí como hermanos por medio de un judío llamado Jesús, que fueron injertados en el “olivo” que es el Israel salvo de Di-s (Ro. 11: 17). Ahora los gentiles creyentes pueden participar de la misma “savia” (bendiciones) de la Casa de Israel, conforme a lo mencionado por Pablo en su carta a los Romanos.

Así, los ojos de los cristianos y judíos necesitan ver el judaísmo mesiánico como siendo un puente de unión y no de destrucción de ambos pueblos (pues hay preservación de la identidad y de la comunidad judaica, así como también de la unidad entre los cristianos, como acontecía en el primer siglo de nuestra era). El judaísmo mesiánico tan antiguo renace en el momento cierto y oportuno para traer arrepentimiento y perdón de ambos lados, tanto por parte de los cristianos como por parte de los judíos.

El Movimiento Judío Mesiánico mundial (Hoy más de 120 congregaciones en varios países) ha ayudado también a quitar todo tipo de antisemitismo que todavía existe en algunos sectores cristianos, así como también ha llevado a los judíos a reconectarse con los principios de la Torá y de la Gracia en la creencia en un Mesías Judío que en breve volverá a la Tierra Santa de Israel.

Otra importante visión del Movimiento Judío Mesiánico es concienciar a todos que Di-s no rechazó a su pueblo escogido y que Él les aguarda con los brazos abiertos para que ellos asuman su llamado irrevocable (Ro. 11: 26) y para que sean un día una luz para las naciones a través del Mesías, el primogénito y Unigénito Hijo de Di-s, conforme lo dicho por el profeta Zacarías (12:10).

Finalmente, las sinagogas mesiánicas han contribuido para que ambos pueblos, judíos y gentiles, sean respetados y valorizados en el sentido que cada miembro viva conforme a su llamado de Di-s: judío como judío creyente en el Mesías, gentil creyente como gentil (no queriéndose convertir en judío), pero ambos siendo hermanos cumpliendo el propósito de Di-s hasta que nuestro Mesías Yeshúa vuelva y nos contemple con la total restauración (Hch. 3: 21) de todas las cosas, concretizando para siempre el Reino de Di-s.

Si la Biblia nos dice que en Yeshúa todos los pueblos pueden ser una sola familia, ¿sería una utopía creer en esto? Si hace dos mil años esto fue el inicio de una realidad que marcó el tiempo antes y después de Cristo, ¿no se consumaría el final de esa realidad cuando se aproxima la venida del Mesías y de su Reino?

“…Por tanto, acordaos que en otro tiempo vosotros los Gentiles… estabais sin Cristo, alejados de la comunidad de Israel, y extranjeros a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él (Yeshúa) es nuestra paz, que de ambos (judíos y gentiles) hizo uno, DERRIBANDO LA PARED INTERMEDIA DE SEPARACIÓN; Dirimiendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos en orden á ritos, para edificar en sí mismo los dos en un nuevo hombre, haciendo la paz, Y reconciliar por la cruz con Di-s a ambos en un mismo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino, y anunció la paz a vosotros que estabais lejos, y á los que estaban cerca: Que por él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino juntamente ciudadanos con los santos, y FAMILIA de Di-s; Edificados sobre el fundamento de los apóstoles (Nuevo Testamento) y profetas (Antiguo Testamento), siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo; En el cual, compaginado todo el edificio (judíos y gentiles creyentes), va creciendo para ser un templo santo en el Señor…” (Efesios 2: 11 – 22).

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