martes, 15 de mayo de 2012

El arrianismo


  Arrio (256-336), era un obispo del norte de África, tres siglos antes del nacimiento del Profeta  -saws-  propagó con gran éxito la idea de que Jesús no era eterno y de la sustancia de Dios, sino un hombre, creado de la nada –ex nihilo- por Dios. Claro, negar la eternidad de Jesús equivale a negar su divinidad, Arrio la negó y negó la divinidad del espíritu Santo.
Entre los visigodos que habían establecido su reino en la península, existieron las dos clases de cristianos, la nobleza era arriana, y la plebe, más dada a los dogmas y las supercherías, era trinitaria.
El arrianismo es un cristianismo puro, un verdadero cristianismo, que incluso admitía que Jesús –as- fuese nombrado como “Dios” alegóricamente, ya que era, según el dogma arriano, el principal profeta y la más perfecta criatura creada.
Arrio, estudió teología en Antioquia, difundió sus ideas en Alejandría, dónde en el 320 DC, Alejandro, obispo de Alejandría, convocó un sínodo que reunió más de cien obispos de Egipto y Libia, y en el se excomulgó a Arrio y a sus partidarios. No obstante, el arrianismo continuó expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones que el Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue en 325 en Nicea, cuando fueron quemados los evangelios que declaraban que Jesús –as-, no es Dios.
Las razones de Constantino son conocidas, las legiones de Asia (de la actual Turquía) se habían convertido en masa al mitraísmo, religión que tiene como dogma una trinidad, con una resurrección, etc. Muy parecida a la del cristianismo trinitario, por lo cual no resultaba conveniente la idea de un solo Dios, sin contar con el aún vigoroso panteón pagano greco-romano.

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